El marco mundial empresarial, está virando de forma cada vez más evidente hacia una visión integral u holística de la forma de generar riqueza en las organizaciones.
En 1931, Shojiro Ishibashi dijo: “Creo firmemente en mi filosofía sobre negocios: Que las empresas que solamente persigan ganancias no serán sostenibles y están destinadas a desaparecer, pero un negocio que le sirva a los intereses de su país y la sociedad, será próspero por siempre”.
Hablamos entonces de una forma de generar riqueza necesariamente diferente, considerando el no comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades, es decir, de un desarrollo sostenible. (International Organization for Standardization, 2010). Es así como, una organización que contribuya al desarrollo sostenible, estará consciente y será enteramente responsable de los impactos que ocasionan sus decisiones y actividades en la sociedad, el ambiente y todas sus partes interesadas, aun teniendo que estar para ello, por encima de los estándares que legalmente se le pueden exigir.
Es decir, una parte interesada (la sociedad) demandando acción sobre los impactos de sus actividades. La respuesta dada a esto, es Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y esto va más allá de la acción social o filantropía. Estos vienen a darle imagen (no está de más), pero el hacerlo alineado a una estrategia y relacionado a su negocio, le da espíritu.
Bajo esta perspectiva, diversidad de normas y protocolos vienen a tener relevancia en los últimos años en la región y ya a finales del 2010 surge la guía, no certificable, ISO 26000, la cual dio referencia para la creación de normas certificables, tal es el caso de la norma INTE-35-01-01.
Las normas logran ser una herramienta para que las organizaciones puedan sistematizar y aplicar consistentemente su responsabilidad social, facilitando plataformas de gestión que permiten planificar científicamente la forma de atender sus impactos en la responsabilidad social, la forma de garantizar dicha atención, la forma de medir su desempeño y la forma de realimentar sus esfuerzos.
Las organizaciones que emprenden esta ruta logran tener productos seguros y responsables, procesos responsables, negocios responsables y estrategias responsables, todo con el fin de apoyar el desarrollo sostenible.
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