Como consumidores, diariamente nos vemos expuestos a una gran cantidad de sellos que vemos en diferentes productos y/o servicios, ya sea estampados, o en sus empaques, publicidad, panfletos y otros. ¿Pero qué significan esos sellos?, ¿Los entendemos?, ¿Nos brindan seguridad?

Aunque no es sencillo responder esas preguntas, hay algunos aspectos básicos que debemos saber.

En general se podría decir que un sello de calidad equivale a una certificación. En otras palabras, un sello de calidad debería ser un distintivo que nos comunique o informe que el producto y/o servicio presenta una calidad por encima de lo normal, por lo tanto, es importante que ese sello tenga un respaldo válido.

Un sello de calidad en sentido formal es el que proviene de una autoridad oficial o un organismo de evaluación de la conformidad, es decir un ente certificador, que se encuentre validado y acreditado, para que los consumidores tengamos la confianza que detrás de esos sellos hay una certificación seria basada en normas o reglamentos técnicos oficiales.

Algunos sellos de calidad son el resultado de una auto declaración que hace el productor, o bien de auditorías de primera parte, mejor conocidas como auditorías internas. Aún cuando estos métodos podrían ser válidos, las buenas prácticas recomiendan que un sello de calidad lo otorgue una tercera parte que sea independiente, debidamente acreditado y que por lo tanto les genere confianza a los consumidores, sin miedo de ser engañados o simplemente evitar caer en errores.

Mientras vamos avanzando, como país, hacia una mayor y verdadera cultura de calidad en donde los consumidores exigimos esa excelencia en los productos y servicios que consumimos, existe un Sistema Nacional para la Calidad, basado en la ley 8279, que es el llamado a liderar este tema y proporcionar información que nos permita navegar tranquilamente en el mundo de la proliferación de sellos y entender cuáles son oficiales y cuáles no, para poder consumir con calidad, seguridad y tranquilidad.